El petróleo ya no es lo que mueve el mundo: la información se ha convertido en la commodity por excelencia. Tal es el valor y la importancia de la información que se asegura que las empresas que no estén basadas en datos simplemente dejarán de existir. Y no solo porque las grandes compañías multinacionales han encontrado en la extracción y análisis de los datos su negocio y fortaleza, sino porque la explosión de tecnologías como 5G, el Internet de las Cosas, el Big Data y la analítica están conllevando que de todo podamos extraer información. Y la información, ya se sabe, es poder.
Siete capas para gobernarlos a todos
De hecho, el propio concepto de Smart City ya nos avanza parte de esto: las ciudades inteligentes serán aquellas que utilicen las mismas tecnologías de todos aquellos que consideramos inteligentes, como los móviles.
Las ciudades inteligentes que tengan más éxito en esta cruzada serán aquellas que tengan presente siete niveles de gestión de datos: categorías, consentimiento, recopilación, anonimización, almacenamiento, acceso y monetización.
A la hora de utilizar los datos, las ciudades deben tener una premisa clara: las personas deben entender, y una manera fácil, quién hará qué con sus datos y cuáles son los beneficios que obtendrá con ello. Es decir, que la confianza es la base sobre la que se pueden sustentar el resto de acciones. Las urbes deben garantizar para ello el anonimato de los datos con los que trabajan y guardarlos de forma segura.
La colaboración público privada
La colaboración público privada es fundamental a la hora de administrar con éxito una urbe moderna. El tratamiento de los datos de una ciudad puede ser aprovechado por las empresas, quienes pueden obtener así una nueva fuente de ingresos, al igual que los ayuntamientos al permitir el acceso a toda esta información. Es decir, que los datos, su recolección y tratamiento pueden ser un caldo de cultivo para fomentar la innovación y que ello redunde en una oferta de mejores servicios para los ciudadanos y las empresas locales.
Esta colaboración público privada también debe hacerse desde la óptica de hacer consultas públicas (pero rigurosas) a la población así como manteniendo reuniones con proveedores de infraestructura inteligente y con expertos externos en gobernanza de datos y privacidad.
Siete capas para gobernarlos a todos
De hecho, el propio concepto de Smart City ya nos avanza parte de esto: las ciudades inteligentes serán aquellas que utilicen las mismas tecnologías de todos aquellos que consideramos inteligentes, como los móviles.
Las ciudades inteligentes que tengan más éxito en esta cruzada serán aquellas que tengan presente siete niveles de gestión de datos: categorías, consentimiento, recopilación, anonimización, almacenamiento, acceso y monetización.
A la hora de utilizar los datos, las ciudades deben tener una premisa clara: las personas deben entender, y una manera fácil, quién hará qué con sus datos y cuáles son los beneficios que obtendrá con ello. Es decir, que la confianza es la base sobre la que se pueden sustentar el resto de acciones. Las urbes deben garantizar para ello el anonimato de los datos con los que trabajan y guardarlos de forma segura.
La colaboración público privada
La colaboración público privada es fundamental a la hora de administrar con éxito una urbe moderna. El tratamiento de los datos de una ciudad puede ser aprovechado por las empresas, quienes pueden obtener así una nueva fuente de ingresos, al igual que los ayuntamientos al permitir el acceso a toda esta información. Es decir, que los datos, su recolección y tratamiento pueden ser un caldo de cultivo para fomentar la innovación y que ello redunde en una oferta de mejores servicios para los ciudadanos y las empresas locales.
Esta colaboración público privada también debe hacerse desde la óptica de hacer consultas públicas (pero rigurosas) a la población así como manteniendo reuniones con proveedores de infraestructura inteligente y con expertos externos en gobernanza de datos y privacidad.
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